lunes, octubre 30, 2006

Cuestión de Fe

En este mundo moderno, especializado y tecnológico, cada vez somos más ignorantes. Los conocimientos de la humanidad en todos los órdenes son tan vastos, que cada día nos alejamos más de aquel conocimiento universal del que hicieron gala nuestros antepasados. Nunca más un Leonardo da Vinci podrá deslumbrar a la humanidad en tantos planos diferentes. Los altos grados de especialización en los conocimientos de las ciencias y las artes nos han alejado de la visión del todo. Este fenómeno hace que cada vez ignoremos más como funcionan las cosas que nos rodean, las que quizás a diario utilizamos. Si hasta para muchos cada día nos cuesta más explicar a nuestros hijos a qué nos dedicamos. "Hijo, tu padre es especialista en Tecnología IT", "Señorita, mi mamá es Zootecnista", y así podría seguir la lista. Menudo lío tienen hoy los docentes para explayarse en la famosa clase de los oficios de los padres. Hay momentos donde parece que sólo nos cabe creer en lo que nos dicen. Algo similar nos pasa con los hechos históricos. Día a día se escriben nuevas páginas acerca de la historia de los pueblos. No sólo por el mero paso del tiempo y los nuevos hechos que se van sucediendo. También, nuevos enfoques y nuevos descubrimientos hacen que constantemente la humanidad esté reescribiendo la historia. Su historia. Así es como los hechos, las corrientes de pensamiento, y hasta la evolución de los pueblos terminan siendo víctimas de una simplificación pavorosa, que no hace otra cosa que poner etiquetas con definiciones tajantes, que suelen cercenar las causas que originan los hechos, los múltiples motivos por los cuales los hombres toman decisiones. El entorno en que la historia tiene cabida se termina perdiendo, olvidando. Así, los hechos quedan reducidos a una historieta de buenos perfectamente buenos, contra malos ineludiblemente perversos. Así, muchos hombres y mujeres han pasado a la historia y al recuerdo popular de manera incompleta, sumarísima.

La historia no es tan simple. Porque los hechos históricos se ocupan de narrar lo que los hombres hacen, piensan, creen. Y el hombre no pasa por la vida siendo de un solo color. Los hombres cambian, se adaptan, se juegan, se enamoran, se rinden. Y todos esos sentimientos son los que en realidad alimentan a la historia. Alcanza con tomar algún hecho histórico reciente vivido por nosotros y ver lo que les enseñan a nuestros chicos en el colegio. Un abismo queda en el camino.

A nosotros nos sucede lo mismo. La ignorancia nos inunda. No estuvimos allí. A nosotros también la historia nos la cuentan. Así, tenemos que creer lo que nos dicen. Así, el saber termina siendo una Cuestión de Fe. Pero, ¿Creer qué? ¿Creer Lo que nos dice quién? Así es como a veces, ante la historia, en lugar de investigar y profundizar, nos apoyamos en nuestras creencias. No sólo es más fácil. También es más "seguro". No sea cosa que, luego de analizar el asunto, veamos que lo que hasta ayer sostuvimos como dogma, quedó en la vereda de enfrente. Y sospechamos. Más allá de los hechos, que a veces desconocemos. O conocemos de oído. Entonces caemos en el error de creer que la honestidad intelectual está solamente de nuestro lado. Del lado de nuestras ideas, de nuestros preconceptos.

Creo que a esta altura de nuestra historia sería interesante que nos animemos a pensar los hechos y sus consecuencias por encima de los rótulos que supimos pegarnos. Nos ha hecho mucho daño dividirnos por definición: Si izquierda entonces revolución, si derecha, dictadura. Si político, corrupto. Si huelga, patotero. Si policía, gatillo fácil. Las cosas no son tan lineales. Me pregunto si no será tiempo de tratar de ser más abiertos, más permeables a los hechos que nos rodean. La Fe es un valor indiscutible. Es el camino del hombre hacia Dios. Pero no en política. Si encaramos la solución de nuestros problemas con prejuicios y etiquetas, a la verdad le cuesta entrar. Debe luchar contra nuestras propias convicciones. Y eso es muy duro. Quizás sea tiempo de darnos la oportunidad de crecer, animándonos a razonar y a pensar más allá de nuestras propias creencias, con libertad de criterio, sin atarnos a la historia que nos contaron. Seguramente podremos imaginar algo distinto, con mayores chances de encontrar una verdad que nos abarque como país. ¿Qué hubiera sido del conocimiento humano si Copérnico no se hubiera animado a desplazar a la Tierra del centro del universo? Yo los invito a adoptar puntos de vista más independientes. Más amplios. Más altos. Después de todo, les aseguro que los superhéroes y los supervillanos siguen viviendo sólo en las historietas. Acá, de este lado del comic, somos mucho más que superhéroes: Somos humanos.

viernes, octubre 06, 2006

¿Cuál es mi Marcha?

No es sencillo. Al principio uno cree que sí, pero resulta engañoso. Desde los medios parecen invitarnos a salir a la calle. A marchar. A apoyar las ideas y las causas, a unirnos a nuestros compatriotas y gritar nuestras consignas. Levantar nuestros carteles y clamar a las autoridades. Dejando de lado la comodidad de que otros lo hagan por mí. Pero claro, no todo va en un solo sentido, desinteresado, y directo. En el fondo, todo es aprovechado por la política. Y en política, nada se pierde. Siempre alguien saca ventaja.

Veamos, a modo de ejemplo:

Reivindico los cacerolazos, que sin dudas fueron una genuina expresión de que era necesario un cambio de rumbo en un modelo que venía agotado desde hacía tiempo, pero tampoco es posible manejar un país con asambleas barriales. Eso murió en la Grecia antigua.

Quiero levantar mi voz contra los ilusos que mataron gente sembrando el terror en mi país en nombre de la patria socialista, en contra de la dictadura de turno, aunque a ellos les encantaba usar uniformes. Pero no quiero por eso defender dictaduras militares.

Creo necesario protestar para que esas dictaduras, repletas de trasnochados golpistas que usaron las armas que el país les dió para matar compatriotas, nunca más vuelvan. Pero no quiero aportar mi voz a los que reivindican a la guerrilla como método.

Estoy de acuerdo cuando Blumberg dice que no podemos seguir tolerando que las calles sean de los pibes chorros, de los secuestradores que amputan dedos y matan. Sin embargo tampoco parece ser suficiente aumentar las penas y bajar los años, a esta gente ya nada le importa. Deberíamos estar trabajando para darle, al menos, una oportunidad para sus hijos.

El piquete ha sabido ser una protesta original, valedera, visible, molesta. Sin embargo, terminó institucionalizándose, transformándose en la herramienta del político de turno.


Sin lugar a dudas, todas estas manifestaciones de los diferentes sectores de la población tienen algo que me llama a unirme a sus marchas, pero también son parte, voluntaria o no, de algo que no quiero para mi país.

Creo además que hay mucha gente que piensa de esta forma. Gente silencionsa, que no va a las marchas. Pero que madruga. Que trabaja. Que se la tilda de tibia porque no "participa" de tal o cual movida. Pero que sí participa día a día con su trabajo, su esfuerzo, sus mandados, sus chicos al colegio, su club de barrio. En fin, que sin grandes estridencias mediáticas, hacen minuto a minuto una Argentina mejor. Que ya no quiere ni militares ni guerrillas, ni piquetes ni chicos con hambre, ni chorros ni garantistas. Esta gente no va a las marchas, prefiere quedarse en casa. Quizás vaya siendo tiempo de que se les preste la atención que merecen. Porque además de ser los verdaderos hacedores de una Argentina con trabajo y en paz, son mayoría.