domingo, abril 02, 2006

Dime a quién votas...

Nuestro sistema de gobierno, una república democrática, representativa y federal, ha sido obtenido de sistemas similares en Europa y, principalmente USA. Estos países, con muchos más años de historia democrática, nos convocan a diario para que veamos cómo ellos protegen su sistema y resuelven sus cuestiones institucionales. Desde aquí es fácil ver como todos sus actos, mas allá de las diferencias coyunturales que el mismo juego democrático permite, se encaminan en forma casi lineal hacia el cumplimiento de sus objetivos como naciones, donde sin dudas, el principal aspecto consiste en beneficiar a la población del país en ciernes. Algo que, la mar de las veces, no es posible ver por estas costas. Así, es algo común en USA ver el alto grado de respeto que los gobiernos de turno, y la población en general guardan para con sus ex presidentes. No nos extraña ver a personalidades de diversas extracciones en los distintos actos de asunción de autoridades. Sólo para dar un ejemplo más firme, Mr. Bush y Bill Clinton no tuvieron reparos en rezar juntos en las exequias de su Santidad Juan Pablo II. ¿Esto significa que piensan igual? ¿Significa que Jimmy Carter estaba de acuerdo con la forma en que Mr. Bush se hizo de la primera presidencia, por encima de un Al Gore con mayor cantidad de votos? De ninguna manera. ¿Significa acaso que deban inmiscuirse en las decisiones gubernamentales del momento? Tampoco. Creo que significa que haber alcanzado y ejercido la primera magistratura de su país, coloca a sus ex presidentes en una vitrina especial que no hace más que reafirmar la voluntad de la nación americana de mostrar al mundo que su sistema de gobierno es eficaz, y que lo sostienen por encima de los hombres, y que es bajo su amparo que quieren vivir. Tanto creen en esto, que hasta pretenden llevarlo a otros pueblos, pero eso escapa a esta reflexión. lo abordaremos en otra oportunidad.
Y Cómo andamos por estas tierras? Salvo la asunción del Dr. Alfonsin, donde había un "enemigo común", nuestros ex presidentes, otrora poderosos mandamás de la República, pasan a ser oscuros personajes, con los que nadie quiere compartir tribuna, deambuladores habituales del edificio de Tribunales, o solitarios caminantes de alejadas quintas del centro del poder. Me pregunto yo, desde la inocencia más maliciosa: Si tienen tantas culpas, como el Dr. Menem, porque no le iniciamos las querellas cuando aún estaba en el gobierno? O sólo nos dimos cuenta de todo el daño causado por su administración cuando se fue del poder? No será que los denunciantes están hasta último momento buscando sacar alguna ventaja del futuro ex?
O quizás los escondemos por considerarlos tontos, como al Dr. De la Rua, usurpador de un cargo destinado a las grandes personalidades, al mejor estilo Peter Sellers en la entrañable “Desde el Jardín”. Como si en un gran descuido de todos nosotros, se hubiera convertido en presidente entre gallos y medianoche, sin el voto y la anuencia de las principales fuerzas políticas del país.
Observemos hasta qué punto escondemos a nuestros ex: Hace unos días se recordó el tristemente célebre golpe de estado de 1976. Hablamos, escribimos, reportamos, explicamos en los colegios, hacemos pintadas, escraches... Me permito decirles algo: ¿Uds. recuerdan que la Presidente golpeada aún vive? ¿Alguno se acordó de esto? A lo mejor, su último error para pasar a la historia debidamente fue no haberse pegado un tiro en la cabeza, como el malogrado Alende. Quizás, si lo hubiera hecho, hasta le hubieran llevado una corona en un sentido homenaje, y toda su incapacidad, hubiera quedado olvidada a la sombra de las palabras recordatorias de algún Fernández. Pero como está viva, entonces el bronce no la alcanza. Mejor escondámosla, parece ser la consigna. Argentinos, me permito recordarles que, por encima de las habilidades de la Sra. de Peron, los militares voltearon al Presidente de la Nación. No sólo voltearon a “Isabelita”, sino a la institución presidencial. Y es acá donde nos confundimos cuando justificamos el golpe contra Isabel, cuando no logramos entender que el golpe fue contra la institución "Presidente". Pero claro, si hubiéramos entendido esto, a lo mejor Isabel no caía.
Entonces, vuelvo a preguntarme: ¿Por qué escondemos a nuestros ex? ¿Por tontos, como al Dr. De La Rua? ¿Por ladrones, como al Dr Menem? ¿Por incapaces, como a la Sra. de Peron? ¿Es que acaso eran hábiles, capaces y honestos, y la función pública los hizo así? No Señores, no seamos hipócritas. Siempre fueron eso de lo que los acusamos ahora. Los tontos, ladrones e incapaces somos nosotros, que los votamos, y luego olvidamos. Son como todos los políticos: fiel reflejo de la sociedad que representan. Sucede que es más fácil concentrar nuestras culpas en ellos, y así salir nosotros indemnes de nuestras responsabilidades.
Volviendo donde empezamos: Respetar a nuestros ex presidentes es respetar y cuidar el sistema que elegimos para vivir en comunidad. Es respetar y cuidar el sistema que los genera. No hacerlo tiene consecuencias. Invita a los trasnochados a querer transformarse en salvadores de la patria.
¿No nos gustan nuestros ex? Empecemos a aceptarnos nosotros mismos como pueblo, y sobre todo, elijamos mejor!!