martes, agosto 01, 2006

Mujeres en Guerra

A través de la historia la guerra ha sido cosa de hombres. Motivados por su virilidad, su machismo, o su incompetente manera de arreglar los asuntos de forma más civilizada, los hombres siempre han alistado ejércitos dispuestos a dar la vida en su afán por destruir la de otros. Por ampliar sus dominios, defender sus ideas, mejorar su economía, en fin, por Poder. Pues de eso se trata.

En cambio, la mujer supo tener otros roles. Quizás sojuzgada por el machismo imperante. Quizás, por manejar otras formas de guerra. En líneas generales, salvo excepciones, las mujeres han estado excluidas de los ejércitos regulares. No suelen formar parte de estos asuntos, aunque cuando lo hacen no pasan desapercibidas. Basta iniciar la lista con Mata Hari y terminarla con las chicas de Abu Ghraib.

Me interesa echar una mirada en la realidad argentina. Me propongo plantear similitudes y diferencias acerca del rol de la mujer argentina en las acciones armadas. Podemos trabajar con dos modelos diferenciados claramente por el rol que ocupan. Por un lado existe el definido perfil de la esposas de los hombres que pertenecen a las Fuerzas Armadas. Con un papel secundario en materia militar y política, tan secundario que hasta les está vedado hablar públicamente y verter opiniones sobre diversos temas. La mujer promedio del militar argentino permanece ajena al trajín estratégico y hasta político de sus maridos, aún en los tiempos en que ostentaban éstos el poder, sólo dispuestas a reuniones privadas, cumpliendo sumisas los traslados de sus esposos.

Por el otro, es interesante anteponer a este perfil el de la mujer en la guerrilla. A la par de sus compañeros, ya no podemos hablar de “la mujer de”. Tomaron también para sí el rol que en la vereda de enfrente sólo les está permitido a los hombres. Así, supieron formar parte activísima en el desarrollo político y militar que sus ideales les requerían.

Supieron estar al frente de la acción, en las reuniones políticas, en las citas, en los puestos decisorios, en las planificaciones, en los secuestros, en las tomas, en las bombas. También se mantuvieron firmes frente a la tortura y también en la muerte. No se contentaron con quedarse a tomar el té comentando las hazañas de sus hombres. Formaron parte de ellas. No se contentaron con ser pensionadas de lujo, viudas repletas de gestas ajenas. Ni que hablar de la labor que como Madres y Abuelas siguen llevando a cabo hasta nuestros días, hacedoras de la memoria de esta triste historia del terrorismo de estado. Acá cabe detenernos en esto. No hablamos de novias y esposas. Hablamos de Madres, de Abuelas, hasta de HIJOS. A esta altura de la nota ya saben porqué: las esposas y las novias estaban al lado de sus parejas, compartiendo fusil a fusil su lucha. ¿Que no pudieron elegir porque los militares eligieron por ellas persiguiéndolas, torturándolas y matándolas? No, no lo creo. Ellas ya habían elegido antes. Y eligieron luchar por sus ideales. El té canasta les quedaba chico. Para entonces sus madres ya sabían que también, en honor a la memoria de sus hijos, les estaba signado un papel que no rechazarían. Madres. Ni padres, ni tíos, ni abuelos. Sólo mujeres. Otra vez las mujeres deciden levantarse y escribir en el libro de la lucha por la justicia y la memoria.

Me pregunto cuanto influye esta presencia femenina en la guerrilla argentina frente a las fuerzas armadas masculinas que las combatieron. ¿Las humaniza? ¿Las acerca más al concepto de familia que tanto conocemos? Es más difícil imaginar a una mujer en el papel que siempre hemos asociado a los hombres: matando, destruyendo, esparciendo sangre y dolor. Quizás por eso las “acciones” de la guerrilla han pasado a la historia mas edulcoradas, con menos saña. Aunque la “acción” consista en poner una bomba debajo de la cama de una nena de 15 años, cuyo principal pecado consistió en tener un padre militar.

Y aquí también los militares volvieron a equivocarse. Si sólo por un momento pudiéramos dejar de lado el horror de lo hecho por la dictadura y optáramos por analizar a la luz de la política la planificación y la actuación hecha por ellos, es dable plantear: No tuvieron en cuenta que una mujer llorando por su hijo pesa mucho más en la historia que Rambo cosiéndose una herida. Se olvidaron que los hombres no se embarazan, ni dejan hogar e hijos cuando van a la guerra. Sólo cumplen su deber.

Así, mientras las mujeres de sus enemigos les disparaban, las de ellos tomaban el té. Y eso tiene un costo. Ganar la guerra no asegura ganar la historia. Y aquí vuelven a perder los que tenían el poder. La mujer, amén de luchar de igual a igual, sin quererlo, humanizó la guerrilla, reescribió los libros de historia, mostró el terrible contraste de su “lucha” frente al aspecto “sanguinario” de los militares. Eligió luego seguir al frente de la justicia y la memoria. Y esto no lo podemos pasar de largo. Desde Juana Azurduy pasando por la Delfina, Evita y muchas otras hasta nuestros días, la mujer tiene mucho por enseñar a nuestra historia. Sólo falta escribirla.

2 Comments:

Blogger MT said...

O sea que para ser una mujer "comprometida" hay que saber "paricipar en secuestros y poner bombas"?.
Muy ilustrativo lo suyo. Tomo nota.

1:57 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

En donde dijo"el te canasta les quedaba chico" debio haber dicho "el te canasta les quedaba grande", o es que uno es culpable por elegir pasar un momento con amigos y otra forma de predicar nuestras ideas a creer en la imposiciòn de las mismas a traves de el uso de la fuerza y la violencia. Estas personas iniciaron sus acciones violentas cuando todavia habia un gobierno elegido en las urnas y nada les importo el respeto por la ley entonces diferente a hoy dia que reclaman "justicia"

3:24 p.m.  

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