viernes, octubre 06, 2006

¿Cuál es mi Marcha?

No es sencillo. Al principio uno cree que sí, pero resulta engañoso. Desde los medios parecen invitarnos a salir a la calle. A marchar. A apoyar las ideas y las causas, a unirnos a nuestros compatriotas y gritar nuestras consignas. Levantar nuestros carteles y clamar a las autoridades. Dejando de lado la comodidad de que otros lo hagan por mí. Pero claro, no todo va en un solo sentido, desinteresado, y directo. En el fondo, todo es aprovechado por la política. Y en política, nada se pierde. Siempre alguien saca ventaja.

Veamos, a modo de ejemplo:

Reivindico los cacerolazos, que sin dudas fueron una genuina expresión de que era necesario un cambio de rumbo en un modelo que venía agotado desde hacía tiempo, pero tampoco es posible manejar un país con asambleas barriales. Eso murió en la Grecia antigua.

Quiero levantar mi voz contra los ilusos que mataron gente sembrando el terror en mi país en nombre de la patria socialista, en contra de la dictadura de turno, aunque a ellos les encantaba usar uniformes. Pero no quiero por eso defender dictaduras militares.

Creo necesario protestar para que esas dictaduras, repletas de trasnochados golpistas que usaron las armas que el país les dió para matar compatriotas, nunca más vuelvan. Pero no quiero aportar mi voz a los que reivindican a la guerrilla como método.

Estoy de acuerdo cuando Blumberg dice que no podemos seguir tolerando que las calles sean de los pibes chorros, de los secuestradores que amputan dedos y matan. Sin embargo tampoco parece ser suficiente aumentar las penas y bajar los años, a esta gente ya nada le importa. Deberíamos estar trabajando para darle, al menos, una oportunidad para sus hijos.

El piquete ha sabido ser una protesta original, valedera, visible, molesta. Sin embargo, terminó institucionalizándose, transformándose en la herramienta del político de turno.


Sin lugar a dudas, todas estas manifestaciones de los diferentes sectores de la población tienen algo que me llama a unirme a sus marchas, pero también son parte, voluntaria o no, de algo que no quiero para mi país.

Creo además que hay mucha gente que piensa de esta forma. Gente silencionsa, que no va a las marchas. Pero que madruga. Que trabaja. Que se la tilda de tibia porque no "participa" de tal o cual movida. Pero que sí participa día a día con su trabajo, su esfuerzo, sus mandados, sus chicos al colegio, su club de barrio. En fin, que sin grandes estridencias mediáticas, hacen minuto a minuto una Argentina mejor. Que ya no quiere ni militares ni guerrillas, ni piquetes ni chicos con hambre, ni chorros ni garantistas. Esta gente no va a las marchas, prefiere quedarse en casa. Quizás vaya siendo tiempo de que se les preste la atención que merecen. Porque además de ser los verdaderos hacedores de una Argentina con trabajo y en paz, son mayoría.