viernes, mayo 12, 2006

Hacia un nuevo concepto de Nación: Diversidad en equilibrio

Nación: Describe a una agrupación mayor de personas que se constituye a partir de sus costumbres y tradiciones. Es una sociedad consciente de ello que se basa en lazos primordiales y sólo existe porque sus miembros se confiesan parte de ella. (Wikipedia)

Después de ahondar en distintas fuentes, y con sólo mirar un poco alrededor, seguramente la mayoría de nosotros podríamos convenir que las naciones se constituyen sobre la base de al menos, algún fuerte concepto en común que los une, que los convoca. Que logra que todos sus integrantes manifiesten su voluntad de pertenecer a ella. La historia nos enseña también que este deseo manifiesto de pertenecer funciona como un imán ineludible a través de los años para sus integrantes. Sea cual fuere el concepto que los convoca: una etnia, una religión, un territorio. Ir contra esto en forma artificial, ya sea uniendo naciones distintas en un mismo país –Yugoslavia, La URSS- o separando pueblos que tienen un destino común –Alemania, el pueblo Judío- no ha hecho mas que crear odio y muerte en el mundo. La historia empuja y horada, y no es posible ir contra ella.
A través de los siglos, el destino gregario del hombre lo ha venido uniendo con sus pares. Cuando a esto le sumamos la educación, la inteligencia puesta al servicio de la organización, de los derechos de cada uno, el respeto, el sano temor a una ley común y pareja, la nación aparece en el horizonte como consecuencia. Luego, el deseo de pertenecer de sus miembros, la hará sólida y única, distinguible.
Hace algunos años aquel viejo zorro de la argentinidad que fue don Arturo Jauretche planteaba que el norte y el sur eran convenciones. Que si el mundo se dibujara a la inversa, Argentina, lejos de ser el patio de atrás del mundo, sería su antena. Sin embargo, como era de esperar, nuevamente el mundo no nos hizo caso.
Me permito tomar aquella imagen, unida a la Física inexorable, para expresar una sensación: Argentina es un país al revés. Fiel a su estilo, está destinado a recorrer un camino inverso al habitual en esto de conformar una nación: Mientras otros construyen su identidad construyendo a partir de aquél elemento que los une, nosotros, que no tenemos un único origen étnico, ni social, ni idiomático, ni territorial, ni religioso, debemos trabajar con nuestras diferencias. Con nuestras diversidades. Para esto deberemos desabroquelar las sucesivas etnias que la conforman, los diferentes idiomas que trajeron los inmigrantes, unir su vasto territorio con sus disímiles paisajes y climas. Asimilar las diversas culturas que aquí convergen. Aceptar que definitivamente el piquetero, quiera trabajar y no pueda, o no quiera hacerlo, sigue siendo tan argentino como los demás. Convencerse de que la isla en medio del mar para arrojar a los delincuentes para que se coman los unos a los otros no es una opción posible. Comprender que los chicos que no se alimentan debidamente, aunque no sean hijos nuestros, también deben preocuparnos. Así, nuestra enorme tarea consiste en construir un nuevo concepto de nación que, contra todas las definiciones que vimos, se sustente en la diversidad. Tratando de catalizar nuestras diferencias transformándolas en la suma de las múltiples riquezas que los distintos integrantes, desde sus diferenciados orígenes, pueden aportar.
Tenemos derecho a soñar que podemos ser, como decía Serrat, “lo mejor de cada casa”. ¿Por qué no? Además de aportar planificación y organización, también necesitamos contar con la utopía para que nuestro proyecto tenga buen destino.
¿Que todos debemos ceder algo de sí para poder conformar ese todo llamado nación? Bueno, en eso consiste la comunidad. Utilizar las multiplicidades que aportan todos, subordinándonos de común acuerdo a este nuevo “Ser nacional”.
Porque eso nos une: la diversidad. Y esto Señores, no es algo negativo si sabemos manejarlo. No estamos atados a un antepasado único, como los aztecas que precedieron a México, ni los incas, que dieron origen al Perú. Nuestros barcos, parafraseando el famoso dicho, vinieron de todas partes del mundo. Por eso, lo que podría verse como una debilidad de nacimiento puede transformarse en nuestra principal fortaleza.
Así, en un nuevo ataque de soberbia, tan argentina ella, me animo a decir que Argentina es la síntesis del mundo. El mundo rico y el pobre conviven aquí. El blanco y el mestizo, el pensante y el autómata. Y sigue la lista.
Así como el más exquisito manjar no se saborea si no tiene la justa cantidad de sal, para que la aceptación de esta diversidad se transforme en un factor integrador de este nuevo concepto de Nación, sólo necesitamos complementarlo con el equilibrio. Esa es la forma de evitar que sigamos comiéndonos unos a otros, anulando las riquezas a aportar de tal o cual grupo social. Necesitamos aceptar nuestra diversidad y enriquecerla con el aporte que todos podemos hacer, pero sostenidos por un equilibrio nacido del respeto a leyes justas y consensuadas entre nosotros. Aceptadas por nosotros.
Sólo así podremos empezar a tener un apellido propio frente a las demás naciones del mundo. Un apellido que realce nuestras ricas y variadas raíces, que pueda ser asociado con adjetivos dignos de admiración.
Habremos alcanzado la meta de ser una Nación el día que todos nuestros hijos se sientan orgullosos de pertenecer a estas tierras y dejen de mirar al otro lado del mar con ojos de añoranzas como opción a todos sus problemas, con ánimo de desandar el camino que aquellos gringos trazaron, dejándolo todo para empezar de nuevo en estas costas.

lunes, mayo 08, 2006

¿Qué querés ser cuando seas grande? (Pensando la Argentina)

¿Quién, alguna vez, no le hizo esa pregunta a algún chico? ¿Quién, en la intimidad de alguna hora de reflexión, no se la hizo a sí mismo? Seguramente son menos los que se animaron a enfrentar su respuesta de ese momento con la realidad que a cada uno la vida les llevó a vivir. Quizás, muchos de nosotros tenemos hijos, y el mañana de ellos nos desespera hoy: ¿Cómo será su vida? ¿Estarán bien preparados para enfrentar su destino? ¿Sabrán qué quieren ser, y qué deben hacer para cumplir su designio? ¿Los estaremos educando bien? ¿Su formación será la correcta? ¿He sabido descubrir sus virtudes?
Qué ironía. Nos preocupamos mucho por nuestros chicos, y sin embargo cargamos todo el peso de su futuro sobre ellos mismos, desentendiéndonos de nuestras responsabilidades para con ese futuro. Dicho en otras palabras: ¿Nos preguntamos qué país les estamos construyendo? ¿Somos conscientes que no hay formación, estudios, moral, ni instrumentos razonables para ellos, si el país que los enmarca no es capaz de sostener todo aquello que soñamos? ¿Que no hay esfuerzo posible si esta gran aspiradora de sueños que es hoy la Argentina no fija un rumbo y se encamina hacia él? A lo mejor, es una buena oportunidad –o una excelente excusa- de hacer foco en el entorno en el que nuestros hijos van a moverse, donde intentarán cumplir sus sueños –y los nuestros- que no es otro que nuestro país, donde esperamos que ellos crezcan, se formen, sueñen, transiten, comercien, amen, se apasionen, se recreen, en fin, vivan. Quizás es tiempo de hacernos las mismas preguntas que hemos planteado, pero pensando en el país. Preguntas básicas que aún no tienen respuesta: ¿Qué proyecto quiero para mi país? ¿Adónde quiero que esté dentro de cincuenta, cien, o doscientos años? ¿ Qué palabras quiero que lleguen a la mente de aquellos que oigan hablar de nosotros? ¿Qué principios consideraremos inamovibles para proteger y cuidar de nuestro pueblo? ¿Cuáles son las pautas sobre las que construiremos un proyecto educativo para los próximos decenios? ¿Qué sistemas de administración y control utilizaremos para explotar nuestros recursos? Y la lista sigue. Señores, es tiempo de Pensar la Argentina. Como patriotas, o al menos como padres.
Argentina es un país joven. Con una historia corta. Con muchos temas pendientes por resolver. Quizás sin las gravedades extremas que otros puntos del planeta hoy nos muestran. Quizás por eso el tema se viene postergando. Confiamos en el político de turno, volcamos en él toda nuestra confianza... y nuestra responsabilidad. Y así, los gobiernos gobiernan para ganar la próxima elección. No mucho más. Además, como si fuera poco, el mundo no nos espera. Las urgencias del día a día nos distraen del verdadero desafío:
Pensar la Argentina. Pero pensarla en serio. Por encima de mí. Más allá de mí. Superando la mediocridad del gobierno de turno y su próxima elección.
No es tarea imposible, sino necesaria. ¿Que no sabemos por dónde empezar? Sólo deberíamos retomar la senda que marcaron otros hombres, que comenzaron esta tarea. Hombres que pensaron el país, pero no tuvieron continuidad. Así, pienso en Belgrano, Alberdi, Sarmiento, Groussac, De la Torre. ¿Es discutible alguno de estos nombres? ¿Alguna de las ideas que este hombre defendió no son buenas? Pues de eso se trata. De cambiar ideas, discutirlas, adaptarlas, llegar a conclusiones, fijar puntos de encuentro, decidir líneas de acción. Establecer políticas acordes a ese proyecto de país que queremos ser. Y no siempre es necesario tener funciones ejecutivas para pensar y proponer. Quizás, hasta es bueno y saludable que aquellos que tomen para sí este proyecto estén alejados del trajín del día a día. Acá se trata de dictar pautas, establecer pilares donde sostener los senderos que tal vez transiten los presidentes, ministros, gobernadores e intendentes del próximo decenio en adelante. La obra es vasta. Bienvenidos los aprendices de filósofos, periodistas, educadores. Todos son necesarios.
¿Que así no se puede? ¿Que con esta derecha que sólo quiere ganar plata no se puede? ¿Que con esta izquierda que sólo quiere destruir no es posible construir nada? Vamos Señores, basta de excusas. Desde los tiempos feudales, las derechas sólo quieren ganar plata, y las izquierdas, sólo protestan buscando vivir del dinero que generan las derechas que dicen detestar. No somos originales en el tema. Nuestro desafío es construir con lo que tenemos, con lo que somos, nunca debemos perder de vista eso. Tenemos que partir de nuestras fuerzas y de nuestras debilidades, contemplar nuestras realidades en su debida proporción. Se trata de construir un país justamente para nosotros, no para otros. Para gente con nuestras ambiciones, nuestros defectos, nuestros egoísmos. Por eso no sirve copiar modelos. Las soluciones tienen que venir desde casa. Podemos mirar a otros países, pero sólo se nos permite sacar algunas ideas. Acá hay argentinos. Allá no. Y sólo con eso, todo cambia. Sólo nosotros sabemos cómo eso lo cambia todo. ¡Vaya si lo sabemos!